La Actriz del momento entra corriendo en la estación de Sants, en Barcelona.

La actriz del momento estuvó a punto de perder el tren por segunda vez en dos dias.


NO LLEVO NINGÚN arma. No quiero matar a nadie” Una situacion de 24 horas con La actriz del momento.

   Con solo 25 años, colecciona dos premios Feroz, un Gaudí, un Goya…
Ella es interpretación pura, teatro, cine, y series de television.

   Esta es la crónica de un alocado viaje entre Barcelona, donde nació, y Madrid, donde vive. tras los pasos de la actriz del momento...Discúbrenla por Aquí.



   Anna Castillo entra corriendo en la estación de Sants, en Barcelona. Faltan cinco minutos para que su tren a Madrid se ponga en marcha. Va haciendo una entrevista de radio por el móvil. Se dirige acelerada al control de equipajes.

   De pronto, la detienen los agentes para preguntarle por si lleva arma exigiendole que abra su maleta.

    No entiende nada,confundida la actriz catalana le cuelga su interlocutor pediendole disculpas por la situacion incomoda en la que esta puesta. Quedan dos minutos para que salga su tren.

    “No llevo ningún arma”, 

Insiste. Tarda unos segundos en comprender lo cómico de la situación. La supuesta arma es en realidad la estatuilla del Premio Gaudí, de la Academia del Cine Catalán, que le entregaron la noche anterior como mejor actriz secundaria por su papel en Viaje al cuarto de una madre.

   Estando en una simejante situacion tan comica, trata de explicar, entre risas, pero solo cuando les enseña el trofeo los agentes la dejan pasar.

   Castillo sube al vagón justo antes de que las puertas se cierren. Suspira aliviada. Es la segunda vez que casi pierde el tren en dos días. La primera fue la mañana anterior, cuando salió de Madrid, donde vive, rumbo a la gala de Barcelona, su ciudad natal. En ese momento, cuando todavía no sabe que ganará la estatuilla, arranca este viaje de 24 horas con ella.

   Castillo se ha levantado, ese Domingo a las cinco de la madrugada para coger el tren, pero la huelga de taxis en la capital convierte el camino a la estación en una hazaña contra reloj.

   "Me subí al vagón en el último segundo”.

    La joven catalana, menuda y de ojos grandes, es un torrente de energía, pero sabe medir su intensidad cuando le toca. En cuanto activa el chip de trabajo, las manillas del reloj vuelven a recuperar su ritmo natural.

   “Siempre he sido muy responsable con el curro. Me lo tomo muy en serio”. 

   Quizá por eso, con solo 25 años se ha consolidado como uno de los rostros más prometedores del cine español. En 2017 ganó el Goya a mejor actriz revelación por El olivo, de Iciar Bollain. Desde entonces engarza un trabajo con otro. Solo en 2018 participó en series como Paquita Salas, Arde Madrid (por la que acaba de ganar un Feroz) y Estoy vivo; obras de teatro como La Pilarcita y películas como Viaje al cuarto de una madre (otro Feroz, el Gaudí y una nominación al Goya). Devorada por el ajetreo, apenas tiene tiempo para pensar en el éxito.
   “Después de un premio, la vida sigue y el trabajo también. A veces, cuando veo el Goya en casa pienso: ‘Joder, ¡un Goya!’. Y me da el subidón. Después sigo con mi día a día”.


   Después de cinco horas de fotos, Castillo tiene prisa. Le espera la sesión de maquillaje y vestuario para la gala de los Gaudí. Cuando se quita la ropa, sus tatuajes quedan al descubierto. 

   

   En su rabadilla se lee la palabra liebe, amor en alemán. “Un recuerdo de un viaje a Berlín que hice con Iñaki por su 20º cumpleaños. Él lo lleva en la costilla”. Cada tatuaje narra un episodio en la vida de la actriz. ¿Cuántos tiene? “Uno, dos, tres…”. Los cuenta para comprobar que son 10. “Soy muy impulsiva. Todos han sido cero meditados”.




   El último se lo hizo la tarde anterior: “L.R.B.” en el abdomen. Prefiere no explicar el significado de las siglas y zanja el tema con un “cositas” seguido de una risilla. Sale del estudio y, con la misma celeridad con la que llegó a la sesión de fotos, se despide.

   “Nos vemos esta noche en los Gaudí”.

   El relax dura poco en la vida de Castillo. Cuando el tren llega a la estación de Atocha, vuelven las prisas. Debe estar en Leganés cuanto antes.
   Luis Tosar la espera para ensayar Un mundo prohibido, la película de Salvador Calvo en la que hacen de padre e hija. Confiesa que está nerviosa. Todavía no conoce a su compañero, pero lo admira. “Espero caerle bien…”. Suena su teléfono. “Es otra entrevista. Me voy”, aclara tapando con la mano el micrófono del móvil.
   Y así, tan acelerada como llegó 24 horas antes al estudio de Barcelona, el huracán Castillo desaparece por las calles de Madrid. Con un premio más en la maleta y una entrevista menos en su agenda.

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